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ENCUENTRO CON MI NIÑO INTERIOR



Todos llevamos un niño dentro, a veces sano otras veces no tanto


Sigmund Freud el padre del psicoanálisis decía “Es como Ud. lo recuerda, no lo que verdaderamente ocurrió”. Hoy quiero compartirles una reflexión sobre el tema que nos ocupa este mes en la escuela, es nuestro niño interior que tan sano o no, está en nuestro ser adulto, de la mano de Matilde Garvich a quien agradezco la colaboración.

Eric Berner nos dice: “Todo individuo que fue alguna vez más joven de lo que es ahora, lleva en si recuerdos de años anteriores que se activan en determinadas circunstancias”.

Cuando el dolor de la niñez no ha sido resuelto y emerge en la adultez, puede provocar toda una serie de emociones difíciles y síntomas, como culpa, vergüenza, depresión, falta de autoestima, todas conductas autodestructivas.

Dentro de cada uno de nosotros hay un niño que se manifiesta en las conductas infantiles que ese adulto muestra, como rabietas, exigencias, llorar por todo, callarse, no preguntar, suponer.

La familia es la base sobre la que establecemos los cimientos de nuestra personalidad la cual se ha estructurado en gran medida según el tipo de familia en la que hemos crecido, ya que padres, abuelos y otras figuras significativas de la niñez son los que se ocupan del proceso de socialización. Nos transmiten los valores, las normas, las formas de vincularnos.

Cómo fuimos concebidos, la forma en que nos recibieron al nacer, cómo nos tomaron en brazos, lo que hemos significado para ellos, cómo nos acompañaron en nuestro crecimiento, cómo fueron educándonos, constituyen los pilares fundamentales de nuestra historia de vida y por lo tanto de la construcción de nuestra personalidad.

“Cuando el desarrollo de un niño se frustra, cuando los sentimientos se reprimen, especialmente la ira, el dolor, el enojo, ese pequeño se convertirá físicamente en un adulto, pero en su interior permanecerá el niño herido. La infancia es el momento en que se fijan las conductas que luego repetiremos de adultos”. Dice Alice Miller


El Niño interior representa nuestros sentimientos, emociones y reacciones en el aquí y ahora. Cuando un niño se siente herido y no ha podido expresar sus emociones, se siente descuidado, no querido, tímido, avergonzado, no cree en lo que piensa, siente y dice.

Es importante comprender que en todo el proceso de socialización se producen en cada uno de nosotros una serie de heridas que no podremos cicatrizar a menos que alcancemos a comprender su origen.

Al respecto, Harville Hendrix nos aclara: “Las necesidades insatisfechas son las que nos amenazan, y sin darnos cuenta presentamos nuestras heridas a las otras personas con las que entablamos relaciones íntimas, esperando que estas reparen el daño creado por una educación deficiente”.


Por eso el primer paso es visualizar estas heridas y las humillaciones sufridas, dejar de negarlas y tomarlas en serio. Dejar de estar torturado por secretos familiares, comprender su origen y reconocer a los verdaderos responsables y sus motivaciones.

El maltrato, por ejemplo, lleva a vivir atemorizado. Un niño maltratado tiene dificultad para concentrarse en la tarea escolar teme las reacciones de sus padres y maestros ante su posible equivocación. Si fue castigado teme por la repetición del castigo. El niño está en guardia por el comportamiento de los adultos que le es impredecible.

Como adultos negamos el dolor vivido al principio de nuestras vidas, a menudo escucho decir “para que recordar lo pasado, pasado está”, pero no podemos afirmar que quedó enterrado, tarde o temprano este reaparecerá y se manifestará en todas las dificultades que tenemos en la vida adulta.

El olvido de lo que nos pasó en la infancia “no recuerdo nada”, “yo no tenía problemas” son muros que hemos levantado para protegernos del dolor. Los niños para sobrevivir necesitan de la ilusión y la negación de los hechos porque de otro modo no podrían soportar el dolor.

Las emociones deben fluir con libertad, la ira, la tristeza, la alegría, no bloquearlos, pues si los bloqueamos el cuerpo no puede funcionar de forma normal.

Alice Miller nos dice: “los sentimientos nos revelan lo que ocurrió en nuestra infancia, si sabemos comprenderlos y no temerles, nuestro miedo se mitigará y tendremos armas más potentes en el caso que se produzca una nueva fase depresiva. Todo esto se dará cuando dejemos de temer al padre-madre que hemos internalizado.”

Si se trata de evitar el sufrimiento emocional a cualquier precio no queda mucho para sostener las ganas de vivir. Uno puede rendir de forma extraordinaria en el ámbito profesional, pero en su interior estará simplemente sobreviviendo, como un niño que no ha madurado en el terreno emocional.

Este método de conexión con las heridas de la infancia nos lleva a la confrontación con esa realidad y esto posibilita la liberación del dolor, y genera nuevas formas de vida, yo lo llamo ENCUENTRO CON MI NIÑO INTERIOR.

Un abrazo de luz

Catica

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